Cosmetica Asesina: El precio de seguir la cosmetica de la epoca victoriana




En la Era Victoriana, la moda y el maquillaje no solamente marcaron los estandares de bellezas, sino más bien destacaron en las diferencias sociales y culturales de su época. Aunque el costo de tener que seguir estos estandares iba más alla de lo económico esto se basaba en sacrificios fisicos y riesgos para la salud.

Durante la epoca victoriana las mujeres adoptaron productos de bellezas y vestimentas que, a simple vista  parecian inofensivos, con frecuencia eran bastantes peligrosos como es el caso del arsenico que es una sustancia toxica que era utilizada en los polvos faciales para poder lograr una tez bastante palida, y por supuesto tambien los lapices labiales contenian plomo. Las mujeres que contenian un contacto usual con estos tipos de productos muchas veces les causaban enfermades como el envenenamiento o incluso las llevaba a la muerte.

Entre 1837-1905 el maquillaje fue algo propio de las féminas, hubo un tiempo en el que los hombres utilizaban el maquillaje, pero para este periodo de tiempo los hombres dejaron esto de lado, sin embargo, el maquillaje en esa epoca no siempre era visto como algo decente dado a que a las mujeres prostitutas y las actrices lo usaban de forma exagerada para poder ocultar sus rostros para poder ejercer estos trabajos.

La mujer inglesa debia seguir el tipico canon de verse como una rosa inglesa o sea como una mujer fragil y natural. El puritanismo veia la cosmetica natural de buena forma, por lo que ver una mujer de forma natural era considerada como una mujer correcta, aunque para las inglesas era inevitable no centrar su atención en la estetica y maquillaje de Asia con diversos colores.

Londres, 1875. La luz de las lámparas de gas iluminaba las calles húmedas, mientras Lady Margaret se preparaba para la esperada velada en la mansión Blackwood. Frente al espejo, aplicaba con delicadeza el rubor rojo en sus mejillas y sombreaba sus párpados con un tono tenue. Deseaba lucir perfecta, deseaba encajar.

—¿Cómo me veo, Anne? —preguntó a su doncella.

—Como una reina, mi lady —respondió la joven, aunque en su voz había un dejo de preocupación.

Margaret ignoró el titubeo. Sus amigas siempre decían que la palidez era elegante y que el ligero enrojecimiento en los ojos y la nariz era el toque final para imitar la frágil belleza de la tuberculosis. Lo que no sabían era que los polvos de plomo podían causar inflamaciones cerebrales y parálisis.

 


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