Belleza Mortal: Dietas Peligrosas para mantener la figura en la Epoca Victoriana
La obsesion por la delgadez en la epoca victoriana llevo a practicas extremas que hoy resultarian alarmantes. La moda dictaba un ideal de belleza fragil y delicada, mientras que muchas mujeres recurrian a metodos dañinos para cumplir esos estandares.
Catherine se miró en el espejo de su tocador, observando su reflejo con detenimiento. Su piel era pálida, sus ojos grandes y su cintura estrecha, justo como dictaban los estándares de belleza de la época. Pero detrás de aquella imagen perfecta, se escondía un sacrificio silencioso.
Desde pequeña, había aprendido que la apariencia lo era todo. La sociedad exigía fragilidad y refinamiento, y las mujeres estaban dispuestas a pagar cualquier precio por ello. Catherine no era la excepción.
Cada mañana, tomaba una pequeña dosis de arsénico, convencida de que su piel adquiriría un brillo saludable. Nadie hablaba de los efectos secundarios: el debilitamiento del cuerpo, el daño neurológico, el envenenamiento progresivo.
El corsé que llevaba ajustado día y noche moldeaba su figura, pero también le impedía respirar con libertad. Comer grandes cantidades de comida era imposible, así que prefería evitarlo. Los desmayos eran frecuentes, pero se consideraban un signo de delicadeza.
En los círculos más exclusivos, algunas mujeres recurrían a métodos aún más extremos. Catherine había escuchado rumores sobre la dieta de la tenia: cápsulas con huevos de lombriz solitaria que, al desarrollarse en el cuerpo, absorbían los nutrientes de los alimentos. La promesa era tentadora: comer sin aumentar de peso. Pero el precio era alto. La desnutrición severa, los problemas digestivos y, en algunos casos, la muerte.
Una tarde, en una reunión social, Catherine notó que su amiga Margaret estaba más delgada que nunca. Su piel tenía un tono enfermizo, sus movimientos eran lentos.
—¿Estás bien? —preguntó Catherine con preocupación.
Margaret sonrió débilmente.
—Solo sigo la última tendencia —susurró.
Catherine sintió un escalofrío. ¿Hasta dónde estaban dispuestas a llegar por la belleza?
Esa noche, frente a su espejo, Catherine tomó una decisión. Con manos temblorosas, desató los lazos de su corsé y dejó que el aire llenara sus pulmones. Miró los frascos de arsénico y los empujó lejos de su alcance.
La belleza no debía costar la salud.
Y aunque la sociedad tardaría en aceptar el cambio, Catherine había dado el primer paso.
Comentarios
Publicar un comentario