El Cabello Imposible

 



En la epoca victoriana, el cabello largo y bien cuidado era considerado como simbolo de femenidad y estatus social. En ese entonces muchas mujeres evitaban cortarse el cabello y lo manetnian en extensas melenas que podian llegar hasta el suelo.

Las mujeres de la epoca solian usar aceites, tonicos y cepillados de manera constante para lograr mantener su cabello brillante y saludable. Aunque los peinados eran extremedamente elaborados, con trenzas, moños y postizos se les tenia que dedicar horas de preparacion.

En algunos casos se usaban las llamadas "Ratas de Cabellos" que estas eran los mechones de pelo recogidos para poder darle volumen a sus peinados. El cabello suelto no era considerado apropiado para lucirlo en publico, entonces las mujeres solian llevarlo recogido. Solo en la intimidad del hogar podian soltarselo, lo que esto con la costumbre se convirtio en un gesto romantico y simbolico para en esa epoca.

La luz de la mañana se filtraba por los ventanales de la casa de los Whitmore, iluminando el tocador de Lady Eleanor. Frente al espejo, la joven aristócrata deslizaba un cepillo de marfil por su larga cabellera castaña, admirando el brillo que los aceites naturales le otorgaban.

Desde pequeña, su madre le había enseñado que el cabello era la gloria suprema de una mujer. Cuanto más largo y cuidado, mayor era su estatus. Eleanor había seguido esa enseñanza con devoción, pero en los últimos meses, algo había cambiado.

En los mercados de Londres, mujeres de clase baja vendían sus cabellos por dinero. Los comerciantes los compraban para fabricar pelucas y extensiones destinadas a la alta sociedad. Eleanor había escuchado historias de jóvenes que, desesperadas por alimentar a sus familias, sacrificaban sus melenas por unas pocas monedas.

Una tarde, mientras paseaba por el barrio de Whitechapel, vio a una niña sentada en la acera, con lágrimas en los ojos y el cabello recién cortado. Eleanor se detuvo.

—¿Por qué has vendido tu cabello? —preguntó con suavidad.

La niña la miró con tristeza.

—Mi madre está enferma. Necesitábamos dinero para el médico.

Eleanor sintió un nudo en la garganta. En su mundo, el cabello era un símbolo de belleza y estatus. En el mundo de aquella niña, era un sacrificio por la supervivencia.

Esa noche, en su habitación, Eleanor tomó unas tijeras y cortó un pequeño mechón de su cabello. Lo guardó en un relicario de plata, como un recordatorio de aquella niña y de la realidad que muchas mujeres enfrentaban.

Con el tiempo, descubrió que los mechones de cabello no solo eran recuerdos de sacrificio, sino también de amor. En la alta sociedad, era común intercambiar rizos entre amigos y familiares. Se creaban joyas con cabello trenzado: pulseras, collares y broches que simbolizaban afecto y luto.

Cuando su madre falleció años después, Eleanor guardó un mechón de su cabello en un medallón. Cada vez que lo sostenía entre sus manos, sentía que una parte de ella aún estaba presente.

El cabello, más que un símbolo de estatus, era un testigo de historias, de sacrificios y de amor. Y Eleanor, con su relicario de plata, nunca olvidó la lección que aquella niña le enseñó en las calles de Londres.


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