El Maquillaje Victoriano y su Influencia en la Epoca Moderna

 



La estética victoriana sigue dejando huella en la industria de la belleza moderna. Aunque muchas de sus prácticas eran peligrosas, su estilo refinado aún inspira tendencias actuales.



La sociedad dictaba que la belleza era sinónimo de refinamiento, y ella había seguido cada regla al pie de la letra.

Con delicadeza, tomó su caja de polvos y aplicó una fina capa sobre su rostro. El plomo y el arsénico le otorgaban la palidez perfecta, aquella que distinguía a las damas de alta sociedad. Lo que no sabía era que, con cada aplicación, su salud se deterioraba lentamente.

Su doncella, Anne, la observaba con preocupación.

—Mi lady, ¿ha oído hablar de la señorita Evelyn? —preguntó en voz baja.

Vivienne levantó la vista.

—¿Qué ha sucedido?

Anne vaciló antes de responder.

Dicen que ha enfermado gravemente. Su piel se ha llenado de llagas, y los médicos creen que es por los polvos que usaba.

Vivienne sintió un escalofrío. Evelyn siempre había sido el epítome de la elegancia, pero ahora pagaba el precio de la belleza.

Intentando apartar el pensamiento, Vivienne tomó un frasco de gotas de belladona y aplicó unas en sus ojos. Sus pupilas se dilataron, otorgándole una mirada seductora. Sin embargo, un mareo repentino la obligó a sostenerse del tocador.

—¿Está bien, mi lady? —preguntó Anne, preocupada.

—Sí… solo un momento —murmuró Vivienne.

Respiró hondo y se dirigió a su tocador de cabello. Con movimientos suaves, aplicó aceite de almendra y lavanda en sus largos rizos, asegurándose de que brillaran con la luz de las velas. Su cabello era su orgullo, su símbolo de feminidad.

Horas más tarde, en la gran gala de la temporada, Vivienne desfilaba entre los invitados con gracia. Sonreía, conversaba, pero en su interior, la inquietud crecía. Observó a las damas a su alrededor, todas con mejillas teñidas con jugo de remolacha, labios pintados con pigmentos naturales y dientes blanqueados con cenizas de pan.

La belleza victoriana era un arte, pero también un peligro.

Esa noche, al regresar a casa, Vivienne se sentó frente a su espejo y contempló su reflejo. ¿Cuánto tiempo más podría seguir este juego? ¿Cuánto más podría sacrificar por un ideal impuesto?

Con un gesto firme, cerró su caja de polvos y guardó el frasco de belladona. Tal vez había llegado el momento de redefinir la belleza.

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