Moda y Femenismo: La lucha contra el corsé

 


La epoca victoriana se caracterizaba principalmente por ser una epoca historica muy estricta por la mayoria de las personas pero en la que se obtuvo buenos resultados en sus avances sociales sobre todo para el genero femenino.  

Una prueba de ello fue la lucha contra el corsé el cual para en esa epoca fue un proceso impulsado por avances medicos y por supuesto tambien por el movimiento femenista emergente. En la epoca del siglo XIX, el corsé era una prenda iconica o representante de esta epoca ya que representaba estatus o clase social y que esteticamente este hacia lucir una increible figura en forma de reloj de arena pero sin embargo su uso de manera extrema causo significantes problemas de salud, como la dificultad de respirar y deformaciones oseas junto con los desmayos frecuentes.

A medida que iba transcurriendo el siglo comenzo a nacer criticas contra el corsé. Los medicos alertaban sobre los efectos negativos que este nos traia a las mujeres y estas mismas se empezaron a cuestionar sobre su necesidad. Reformista como Florence Nightingale y Josepine Butler inculcaron la idea de una vestimenta mas comoda y saludable para las feminas que una incomoda y que atentaba contra nuestra salud.

A finales del siglo XIX, el movimiento llamado "Vestimenta Racional" cobro fuerzas para defender las prendas que en ese entonces no eran consideradas atractivas pero eran mas funcionales.

El cambio rotundo de esto llego con la evolucion de la moda y el papel desempeñantes de la mujer en la sociedad y a medida de que la mujer iba siendo participe activa en el trabajo y el deporte, la gran necesidad de utilizar ropa comoda fue un dese o cumplido. 

Asi fue como finalemente en la llegada del siglo XX, el corsé paso a ser algo del pasado y reemplazado por prendas mas flexibles como el sujetador y la ropa de corte mas suelto.


Londres, 1899. Lady Eleanor se miró en el espejo de su tocador. La luz de las velas iluminaba su silueta, ceñida por el corsé que la había acompañado desde su primera presentación en sociedad. Sus manos temblaban mientras ajustaba los lazos. Sus respiraciones eran cortas, entrecortadas. Solo unas horas más, se dijo. Debía lucir perfecta para la velada en la casa de los Ashford.

Sin embargo, una idea latía en su mente: ¿Era necesario someterse a semejante sacrificio? Desde hacía tiempo, los médicos advertían los peligros del corsé: deformaciones óseas, desmayos, dificultad para respirar. Y últimamente, algunas mujeres comenzaban a rebelarse contra la prenda que las oprimía, impulsadas por los movimientos reformistas. Florence Nightingale y Josephine Butler defendían una vestimenta más cómoda, más saludable. Pero la sociedad aún resistía el cambio.

Eleanor cerró los ojos por un instante, recordando la primera vez que su madre la había vestido con un corsé. “Así debe ser, querida. La elegancia tiene su precio”, le había dicho. Durante años, había aceptado aquella idea sin cuestionarla. Hasta ahora.

La gala en la mansión Ashford era el evento del año. A su llegada, Eleanor se movía entre los invitados, sonriendo y saludando, pero sintiendo cada vez más el peso del corsé. Su cuerpo clamaba libertad.

Fue entonces cuando vio a Beatrice, una joven activista del movimiento Vestimenta Racional. Llevaba un vestido de corte suelto, sin el rígido corsé que la sociedad exigía. Los murmullos no se hicieron esperar. “¡Qué atrevimiento!” “¿Cómo osa venir así?” Pero Beatrice caminaba con confianza. Su sonrisa reflejaba algo que Eleanor nunca había sentido: comodidad.

Eleanor se acercó a ella con curiosidad.

—¿No temes el juicio de los demás? —preguntó en voz baja.

Beatrice la miró con comprensión.

—Durante siglos nos han dicho que debemos ajustarnos a un molde, pero ¿por qué debemos sufrir para encajar en él? La verdadera elegancia no está en la opresión, sino en la libertad.

Sus palabras quedaron resonando en la mente de Eleanor. Por primera vez en su vida, sintió el impulso de hacer algo impensable. Se dirigió a un rincón apartado, y con manos firmes, desató los lazos de su corsé. Al instante, el aire llenó sus pulmones con una sensación indescriptible de alivio.

Cuando regresó al salón, nadie notó el cambio inmediato, pero Eleanor lo sentía en cada paso, en cada movimiento más ligero. Era libre. Y aunque el mundo aún tardaría en aceptar el cambio, ella había dado el primer paso.

Años más tarde, cuando el siglo XX finalmente dejó atrás el corsé y abrazó la comodidad, Eleanor recordaría aquella noche como el inicio de su propia revolución.

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